IMPRESCINDIBLE, no solo para ayudar a las familias más necesitadas, sino para construir los valores de los más jóvenes y fortalecer los nuestros. Invirtiendo en esta gran labor, una pequeña parte de nuestro tiempo, en un entorno muy agradable, donde reina el buen ambiente y la cooperación, se obtiene a cambio una gran recompensa, en nuestro caso, muchísimo más valiosa que nuestra humilde aportación
Buenos días,
Ir al comedor social Santa María Josefa es un regalo inesperado. Las palabras que nos dedica la Madre Miriam antes y después del servicio siempre sorprenden, hasta al más escéptico, y remueven el corazón y la mente.
Poder dedicar un rato a ayudar a personas con muchas necesidades te pone delante de un espejo en el que te puedes ver tu mismo si las circunstancias cambiaran solo un poquito.
Ver la mirada de agradecimiento, los abrazos y besos, de las personas que allí acuden te hace sentir que tienes que volver muy pronto a seguir ayudando a esas valientes religiosas con la labor que hacen. Mujeres dulces pero firmes que te enseñan el valor de la caridad y la compasión, del amor y de la esperanza porque todo pueda mejorar algún día.
Es, también, una experiencia que deshace todos los prejuicios que tenemos con las mujeres y hombres que necesitan ayuda. Escuchar sus historias y comprender cómo puede cambiar la vida en un minuto. Te enseña a disfrutar de las cosas más pequeñas que tenemos, que somos unos privilegiados por tener familia, trabajo, hogar, amigos…
Siempre que salgo del comedor, lo primero que hago es llamar a mi padre por si necesita algo.
IMPRESCINDIBLE, no solo para ayudar a las familias más necesitadas, sino para construir los valores de los más jóvenes y fortalecer los nuestros. Invirtiendo en esta gran labor, una pequeña parte de nuestro tiempo, en un entorno muy agradable, donde reina el buen ambiente y la cooperación, se obtiene a cambio una gran recompensa, en nuestro caso, muchísimo más valiosa que nuestra humilde aportación
Lo que sentí en la necesidad de la gente es que acudían al centro con mucha humildad y vi también mucha humanidad. Sus ojos y sus formas de estar lo decía todo.
Gracias a gente como vosotros con sus fundaciones y los medios que tenéis a vuestro alcance, ayudáis todo lo que podéis.
Buenos días,
Ir al comedor social Santa María Josefa es un regalo inesperado. Las palabras que nos dedica la Madre Miriam antes y después del servicio siempre sorprenden, hasta al más escéptico, y remueven el corazón y la mente.
Poder dedicar un rato a ayudar a personas con muchas necesidades te pone delante de un espejo en el que te puedes ver tu mismo si las circunstancias cambiaran solo un poquito.
Ver la mirada de agradecimiento, los abrazos y besos, de las personas que allí acuden te hace sentir que tienes que volver muy pronto a seguir ayudando a esas valientes religiosas con la labor que hacen. Mujeres dulces pero firmes que te enseñan el valor de la caridad y la compasión, del amor y de la esperanza porque todo pueda mejorar algún día.
Es, también, una experiencia que deshace todos los prejuicios que tenemos con las mujeres y hombres que necesitan ayuda. Escuchar sus historias y comprender cómo puede cambiar la vida en un minuto. Te enseña a disfrutar de las cosas más pequeñas que tenemos, que somos unos privilegiados por tener familia, trabajo, hogar, amigos…
Siempre que salgo del comedor, lo primero que hago es llamar a mi padre por si necesita algo.
Participar en el comedor social es compartir una dosis de humanidad. Una sonrisa ajena, es un soplo de esperanza para el alma.